Las manos de Patricia son pequeñas

Cuando sus ojos me miran, colores intensos nublan mi mente. Soy feliz cuando Patricia me mira. En sus ojos caben todas las risas del mundo, por eso son grandes y nobles como su corazón, como un par de lunas llenas reflejadas en charcos de lluvia.
Patricia duerme tarde y descanza poco. Algunas noches, antes de ir a la cama, le compongo canciones de cuna que jamás recito o poemas que, seguramente, nunca publicaré. Me gusta imaginar mis palabras cubriéndola con sábanas y escondiéndose bajo su colchón, hablándole entre sueños mientras ella esboza sonrisas y relaja sus cuarenta kilogramos de ternura.
Algún día escribiré un cuento que hable sobre los sueños de Patricia, sus ojos y sobre esas manos pequeñitas y suaves como besos de madrugada; manos cubiertas de panacea contra todas las heridas, contra todos los pasados y todas las decepciones.

(Si Patricia faltara mañana, este mundo se moriría por falta de amor)

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