María Guadalupe

Llegó de pronto, en sexto año, cuando el núcleo estaba formado y todo rostro nuevo representaba un ser de otro mundo. Se llamaba Guadalupe, María Guadalupe, y le decíamos (¿de qué otra forma podríamos decirle?) Lupita. Recuerdo que me gustaban sus ojos negrísimos, su forma de reír y las historias que contaba de sus hermanos. Recuerdo también que algo en su interior era un poco lánguido, entristecido por la separación de sus padres y el constante cambio de domicilio. 
Las demás niñas no simpatizaban con ella, los otros niños le temían por linda. Yo era su único amigo. Hablaba de las Spice Girls y le regalé una imagen de ellas. 
Un día, antes de la graduación, dijo que volvería a cambiar de domicilio al ingresar a la secundaria. Por la noche, en secreto, pedí que algún día encontrara la felicidad. 
No recuerdo sus apellidos. Jamás volví a verla.

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